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Inaugurado el I Congreso de Historia del Turismo en Poio (Pontevedra)

junio 7, 2017

Rafael Vallejo y Carlos Larrinaga, coordinadores del encuentro, fueron los encargados de inaugurar el Congreso organizado por el Grupo Turhis, describiendo el estado de la cuestión del conocimiento de la Historia del Turismo en España durante el primer tercio del siglo XX planteando uno de los principales temas de debate del congreso: ¿se sentaron las bases del desarrollo turístico español de postguerra durante los años 30?

A continuación Elvira Lindoso presentó la ponencia titulada «El turismo como actividad económica. La dimensión económica del turismo en España (1900-1939). Oferta Turística» en la que también colaboraron Rafael Vallejo  y Margarita Vilar . A través de la presentación de una serie de fuentes históricas y de indicadores elaborados a partir de las mismas, en esta comunicación se afirma que el proceso de turistificación español es un proceso de largo recorrido, que arranca desde al menos la décadas de 1830 y 1840 y que se aceleró en las cuatro primeras décadas del siglo XX, antes de la Guerra civil. Además, se evalúa el peso del turismo en la economía española de la época y se hace una estimación de su composición interna, así como unas primeras cuentas de la oferta turística en términos de contabilidad de actividades económicas.

«La política turística 1905-1931» fue la comunicación defendida por Ana Moreno, quien analizó la política turística española desde 1905, año de creación de la Comisión Nacional para el Fomento del Turismo hasta la llegada de la República, intentando poner al día cuestiones historiográficas e interpretativas.  En este período Moreno distingue dos momentos muy intensos en torno a 1911-1914 y otro al final de la etapa a partir de 1928, un año clave que marca un punto de inflexión en las políticas públicas aplicadas a lo turístico, con un gran vacío entre 1915 y 1927. Si los primeros años aparecen difusos y definidos por la desconexión entre los organismos turísticos y el sector y por limitadas líneas de actuación (fomento de la cultura artística y diplomacia cultural), a partir de 1928 con la creación del Patronato Nacional de Turismo se da por iniciada la presencia estatal en lo turístico. Para Moreno, el atraso turístico fue el punto de partida para saber qué hacer en política turística: mejorar imagen, exhibir el patrimonio y mejorar la cuestión hotelera (solo a partir de 1928).

Carmelo Pellejero, en su ponencia, «La política turística durante la República, 1931-1936», explicó que durante la Segunda República española la política turística estuvo condicionada por los efectos de la Gran Depresión y por la inestabilidad gubernamental interna. Los graves problemas económicos, la notable caída del flujo internacional de turistas y la sucesión de nueve presidentes de gobierno en apenas cinco años no coadyuvaron a que el fenómeno turístico, una actividad con una contribución meramente testimonial al PIB, fuera una prioridad para los poderes públicos españoles. El Patronato Nacional del Turismo, el máximo organismo administrativo en materia turística, fue reorganizado durante las etapas republicano-socialista, radical-cedista y, por último, tras la victoria del Frente Popular. Pero ni la derecha ni la izquierda lo potenciaron. Este organismo estuvo lastrado no solo por los continuos cambios en la Jefatura del Estado, sino también por la austeridad presupuestaria implantada por los sucesivos gobiernos republicanos, padeciendo una progresiva y sensible merma de sus recursos económicos y operativos que afectó, con especial gravedad, a las esenciales labores de propaganda.

«La política y la administración turística durante la guerra civil» fue el título de la ponencia presentada por Rafael Vallejo y Eva Concejal. La guerra supuso una quiebra de la normalidad, y con ella la ruptura de la normalidad turística, en un país en el que capas cada vez más amplias de la población se habían incorporado a las prácticas turísticas, y que empezaba a figurar, según las cifras internacionales disponibles, entre los países turísticos (receptores) emergentes. La labor estricta de promoción económica del turismo quedó relegada a un segundo plano; ganó peso el papel del turismo al servicio de la propaganda, para generar adeptos y, en fin, para ganar la guerra. Vallejo y Concejal explicaron la desestructuración del sistema turístico existente en 1936, y las nuevas modalidades de viajes y de turismo nacidas con la guerra, en particular el «turismo de guerra» en 1936-1939. Estudia uno de los productos de éste, las «Rutas de Guerra» de la España nacional. Los autores suscitaron el debate sobre lo nuevo y lo heredado en la política turística del régimen de Franco. Afirmaron que la recuperación de la organización turística y de la política turística se puso al servicio de la construcción del Nuevo Estado y de la reconstrucción de la España que querían los directores del mismo. Esa reorganización se hizo, en todo caso, con un criterio continuista respecto al PNT republicano. Bolín y sus colaboradores más estrechos lo hicieron así porque creían que la organización vigente del PNT era buena. Se apoyaron, para ello, en los agentes sociales y empresariales que venían actuando antes de la guerra: los Sindicatos de Iniciativa, los empresarios de las Agencias de viajes y los hoteleros destacados por su papel en las organizaciones corporativas preexistentes, con experiencia de gestión.

Saida Palou habló de cómo durante los años de la II República tuvo lugar la primera experiencia de política turística autonómica en Cataluña. Fue “una experiencia efímera, puntual, con un carácter innegablemente experimental, moderno y ambicioso”. La administración pública protagonizó dicha experiencia, puesto que de algún modo actuó como motor e impulso de un conjunto importante de actuaciones, propuestas e iniciativas que propuso tanto el sector público como el privado.
Entre los años 1932 y 1936 se crean organismos que se suceden y suplantan de forma casi automática, sin lograr materializar la mayoría de sus propuestas. En el lapso de menos de cinco años se dibuja un rico mosaico de instituciones y actores que están más imbuidos de ideología que de recursos. Durante los años primeros treinta el turismo empieza a ganar protagonismo en las iniciativas de gobernantes y empresarios, cuyos intereses a veces se confundían. Los organismos que aparecen son de carácter mixto y tienen un liderazgo público innegable; de algún modo la administración asume un papel motriz, político, estratégico e ideológico, mientras que el sector privado no solo aparece como mero actor pasivo o receptor de los beneficios del turismo, sino que es un auténtico catalizador e incluso propulsor de iniciativas e actuaciones a favor del desarrollo turístico.
En materia de turismo, como en otros ámbitos, la administración catalana trata de ganar independencia y autonomía, demostrando una voluntad política a favor de la gestión y promoción del turismo como instrumento para la modernización del país y la captación de capital económico y cultural.

Bajo el título «El papel de la publicidad turística en la construcción de la imagen de España (1900-1936)», Beatriz Correyero explicó que el siglo XX fue el siglo del nacimiento la preocupación del estado español por el turismo pero fue también el siglo de la Restauración, del inicio de la publicidad moderna y los primeros estudios de la publicidad, del desarrollo del arte a través de las vanguardias, del movimiento regeneracionista, del auge de los nacionalismos y del culto a la imagen a través de desarrollo de la fotografía y, sobre todo, el cinematógrafo. En su ponencia abordó un recorrido por la trayectoria de la propaganda y la publicidad turística en España desde el inicio del siglo XX hasta el inicio de la Guerra Civil. En este recorrido se analizó la evolución de los principales soportes, especialmente el cartel turístico y el cine y su contribución a la creación de la primera imagen turística nacional, la cual se considera como un producto que surge de la suma de los esfuerzos, no siempre coordinados, entre de la administración estatal, el sector privado y la propia ciudadanía.
La expansión cultural, el valor del patrimonio histórico y artístico español y la extensión del idioma fueron los principales atributos para conseguir una imagen más amable de España ante el mundo durante primer tercio del siglo XX.

Marta Luque y Carmelo Pellejero hablaron sobre la promoción turística privada. Durante el primer tercio del siglo XX, el crecimiento económico y el auge experimentado por el turismo animó a parte de la iniciativa privada española vinculada a ese todavía incipiente sector a crear asociaciones que tuvieran como objetivo fomentarlo en nuestro país, tal y como ya hacían en Francia, Suiza o Italia lo denominados, genéricamente, sindicatos de iniciativa y turismo. Los entusiastas defensores de la industria de los viajes de placer estaban convencidos de que la economía española se vería beneficiada si la nación se convertía en un destino turístico de primer orden y de que para lograr ese objetivo sería más eficaz que los diferentes agentes involucrados trabajaran conjuntamente. Pero esta tarea no fue nada fácil. Es cierto que el número de sociedades de fomento del turismo creció notablemente durante el periodo, pero la inmensa mayoría contó con escasos recursos económicos y humanos ya que el apoyo de los poderes públicos y de buena parte del capital privado dejó mucho que desear. No obstante, los sindicatos de iniciativa aportaron su granito de arena editando información propagandística, solicitando en repetidas ocasiones a los responsables políticos y a las empresas respectivas que acceder, viajar y alojarse en España fuera cada vez más atractivo, y organizando congresos en los que los agentes privados y públicos discutieron sobre las luces y sombras del sector, destacando los celebrados entre 1908 y 1912 en Zaragoza.
Lamentablemente, la Primera Guerra Mundial y la prolongada postguerra, frenaron este proceso. En realidad, sería durante la II República, precisamente en un escenario marcado por la Gran Depresión, el creciente clima de inestabilidad política y social y un notable retraimiento del turismo transfronterizo, cuando el sector volvió a celebrar reuniones de gran calado. Tras constituirse en 1932 la Federación Española de Sindicatos de Iniciativa y Turismo, que sería declarada sociedad de utilidad pública tres años más tarde, sus socios se reunieron anualmente en asamblea hasta el inicio de la Guerra civil.

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