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Crónica sobre la Exposición de Paradores

octubre 1, 2015

Por Ana Moreno (Comisaria de la Exposición y miembro del Grupo Turhis)

palabras ministro

El Ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, acompañado por el Presidente de MAPFRE, Antonio Huertas;; el Director del Área de Cultura de la Fundación Mapfre (en el atril), Pablo Jiménez Burillo,; la Presidenta de Paradores (de rojo), Ángeles Alarcó; la Secretaria de Estado de Turismo (de gris), Isabel Mª Borrego; las comisarias de la exposición, Rocío Herrero (de negro y blanco) y Ana Moreno (de blanco y lima); y Mª Gimeno, responsable de la colección. Fotografía de Jesús Antón

Siempre hay que agradecer las grandes oportunidades pero no es un mero protocolo reconocer a la Fundación Mapfre y, sobre todo, a Pablo Jiménez Burillo, su director, su confianza cuando quisieron organizar una exposición dedicada a Paradores. Conocer Paradores por dentro ha sido un placer, y un privilegio. Reconozco ahora que me asustó un poco el rumbo que fue tomando la exposición que, de ser la historia de Paradores a través de su colección, pasó a ser la exposición de su colección porque tengo mis limitaciones con el arte contemporáneo español pero supongo que de todo se aprende y se hace mejor si es con un objetivo muy claro y a través de fotografías, planos arquitectónicos, proyectos decorativos o fichas de inventario y, además, guiada por la responsable de la colección, María Gimeno.

La colección de Paradores es una sorpresa para todos. Para sus clientes, para el público en general y para los expertos en arte. Probablemente sea la más desconocida e insólita de las colecciones artísticas estatales.

Es muy decorativa, creo que eso es lo que más la define y empezó a configurarse muy pronto, con el propio proyecto Paradores, en octubre de 1928, cuando se encargaron cinco cuadros a Adelardo Covarsí, un pintor extremeño que pintó escenas de caza y montería para el primer parador enclavado en plena sierra de Gredos. A partir de ahí fue creciendo en paralelo a la cadena, por cesión de otros organismos o por puro, y afortunado, hallazgo (arqueológico, sobre todo) en los propios edificios que se reconvertían en paradores u hoteles del Estado. Pero siempre creció pensando en embellecer esos edificios, nunca con afán coleccionista o inversor sino como parte fundamental del bienestar y del ambiente confortable que se quería dar al parador. Así sigue. Es, probablemente, de las pocas colecciones de arte que sigue cumpliendo esa misión, que no está deslocalizada o desnaturalizada en las salas de un museo sino que está en salones, comedores y vestíbulos para disfrutarla relajadamente como uno hace en casa con sus objetos más preciados.

Obras recomendadas

La oportunidad de esta exposición es que, por primera vez en 87 años lo mejor de ella, 67 piezas, se han traído a Madrid y se puede apreciar en poco tiempo lo que, de otra manera, supondría recorrer los casi 30 paradores de los que se ha seleccionado obra. Me es muy difícil elegir, o recomendar, pero yo dedicaría más de un simple vistazo a la serie de los seis tapices de Rubens que cuentan la vida de Aquiles por espectaculares y porque, además, en la sala están excepcionalmente bien montados. También me detendría en los dos Covarsí de Gredos que,¡sorpresa! cuando los desembalaron siguen con los tarjetones originales de 1928; el paisaje de Los Monegros que pintó Beulas, el mejor paisajista contemporáneo español y que esté en la parador de Aiguablava, la impresionante alegoría de España en clave surrealista de José Caballero, enorme y enigmática; la virgen gótica que se compró para el Parador de Lerma; los dos pequeños Farreras (uno de los cuales es portada del catálogo), la losa sepulcral árabe del siglo X del castillo de la Zuda (hoy Parador de Tortosa), el maravilloso retrato del caballero de Porbus, digno de un museo aunque esté en un hall del parador de Almagro; tres de los varios cuadros informalistas: el Genovés, el Manrique y el Hernández Pijuan; un cuadro de integraciones, a medio camino entre la escultura y la pintura de Salvador Soria y el grandísimo, e inclasificable, Cuixart con el que se cierra la expo. Esa es mi particular selección pero hay piezas para todos los gustos y pocas defraudan.

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Sabía que Paradores es una esquina privilegiada donde convergen turismo, territorio, historia de España, historia del turismo, arquitectura y política turística. Ahora también sé que es un escaparate de arte español que abarca desde restos romanos conservados en los jardines del parador de Mérida hasta la explosión vanguardista de la pintura de los años 60 y 70 eso por no mencionar el enorme patrimonio que por ser inmueble (artesonados, relieves, azulejerías, esculturas) no ha podido venir a Madrid. Si hubiésemos podido traerlo todo, o casi todo, hubiésemos estado años dando vueltas a cómo organizar tamaño jaleo de piezas y cosas y, sobre todo, todavía nos estaríamos preguntando: Pero, ¿todo esto está en Paradores?. Lo dicho, aunque nunca lo diré bastante, ha sido un privilegio y un gusto enorme haber formado parte del proyecto y del equipo, de haberme empapado del arte español y de haber confirmado los apasionantes, pero muy difusos, límites entre el arte, la historia y el turismo.

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